Intentos Monarquistas Fallidos y Segunda

 INTENTOS MONARQUISTAS FALLIDOS Y SEGUNDA

Jesús Orlando Hernández Guerrero

Decía Ortega que los problemas seculares de España no responden únicamente al absentismo o a la soberbia de las clases conservadoras, sino también a la curiosa miopía de los eternos progresistas, que hacen confundir la nación con unas concentraciones de entusiastas. 

En la España contemporánea, la historia de las luchas revolucionarias hechas en nombre del pueblo ha dejado tras de sí una vergonzosa crónica de estrepitosos fracasos; de excesos que han acabado haciendo antipática la palabra libertad; de intransigencia fanática y torpe, capaz de sacrificar la seguridad de lo ganado a la histeria de las realizaciones imaginarias. 

Aun con todo el talante progresista de la Constitución de Cádiz, hay que reconocer que, convertida por algunos en la promesa de la suprema felicidad, llegó a transformarse en un obstáculo para el reformismo político y en una razón para el divorcio entre los liberales y el pueblo. 

Porque este, al fin, era algo bastante menos abstracto que esa «opinión pública» de cuya identidad dudaba Larra cuando preguntaba: «¿Será el público el que en las épocas tumultuosas quema, asesina o arrastra, o el que en tiempos pacíficos sufre y adula? Y esa opinión pública tan respetable, ¿será acaso la misma que tantas veces suele estar en contradicción hasta con las leyes y con la justicia?



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